08 julio 2012

05 julio 2012

caños de meca


La erosión ha dejado las piedras a punto de arena. Debió costar lo suyo poner tanta roca amenazadora, y entre el mar, el viento y el sol, las ha dejado agrietadas y derrumbándose, todo para bien, las convierte en la alfombra que acaricia cualquier pie en la playa.
La naturaleza me cambia el decorado continuamente, el de adentro también, he bajado unos días al ras del mundo y la presión hace que los pensamientos se confíen para que los intente barrer también el viento del levante, esa locura continua que te hace masticar la arena que una vez fue piedra, pero como la naturaleza es sabia, sabe también cuándo debe cambiar cada granito de arena de muela a muela, pues supongo a mis nervios dentales conectados directamente con ella, así que no debería preocuparme por los cambios y erosiones de cualquier lado del planeta, no aferrarme a mis pensamientos y dejarlos mezclarse con el entorno, olvidarme.
Si, sería la mejor opción, seguir las instrucciones del manual del ser humano que me entregaron hace la tira de años, pero que no sé en qué cajón guardé ni en que mudanza perdí, ahora las leyes del cosmos me cogen de sorpresa sin la lección aprendida y es fácil apenarse porque las rocas se agrieten, o me coma un bocata con lechuga crocanti.
Lo que sí que me gustaría, es terminar pisando mis pensamientos y sentirme tan a gusto como cuando piso arena en una playa solitaria.