30 agosto 2016

La tortura de la piel

Aunque me ponga a pensar y corra el agua, aunque la armonía del momento, del lugar, pudiera calmar al más alterado, aunque parezca tranquilo y relajado, aquí sentado, me revuelvo en mis entrañas sin saber cómo empezar, cómo afrontar esta corriente que abunda y se me escapa, mantener el futuro y el pasado en el presente, impotente, casi ausente, aunque me arriesgue y yo me arriesgo, no consigo despegar, pero hay más piel bajo la piel.


19 agosto 2016

Cuando era más joven, como treinta años menos, quería tener hijos y tenerlos cuanto antes para aprovecharme en mi total madurez, la de ahora, de su gran sabiduría, intuía que ellos serían quién yo no pude ser y así sentirme feliz sin mover un dedo luchando por mí mismo.
Al día de hoy, recibo lo que planeé entonces de una manera intuitiva y egoísta, pero sigo siendo un infeliz, quejándome y sin pasar a la acción, siento ser cada vez más pequeño e inútil, me muestran lo que no soy capaz de ver y vuelcan sobre mí raudales de amor que no disfruto.

Ahora es todo más triste, cuando están les doy mi estúpida angustia y cuando se van me siento desprotegido. Ahora la casa tan vacía, con un silencio sepulcral, con mis males repletos y mi ansiedad a punto de cometer cualquier idiotez. Ahora todo lo que lleva tiempo doliéndome duele mucho más, pero como he dicho hace unas horas debería saber ignorar y lo único que me queda claro es la manera de perder el tiempo, de ir perdiendo la vida después de amaneceres tan limpios y lunas tan redondas.

Saber Ignorar

Aprender a ignorar, por ejemplo, la luna sale siempre, pero cada vez que pasa parece ser la última que lo hará, debería ignorarla. Es la ansiedad que causa el satélite de los cojones simplemente con aparecer o desaparecer de una u otra forma. Ahora muy lleno.
Iba a cometer otro nuevo error, el de volver a defenderme ante lo que me parece injusto, sólo porque el orgullo no me permite, aparentemente, aguantar más ofensas, como le pasa a mi atacante que cuanto más me defiendo más me ataca y por supuesto siempre gana. No sé bien qué es lo que gana pues lo único que consigue es destruirme. Me pierde.
Con tanta guerra y la agresividad que generan, ninguna acción es buena y mucho menos las palabras que nunca son las adecuadas, munición envenenada para machacar anímicamente al contrincante, por ambas partes, luego enviamos una ambulancia para recoger los restos y reanimarlos como nota humanitaria, pues en el fondo no queremos que desaparezcan ni les pase nada.
Algunos psicólogos salvadores pueden resolver los resultados de este tipo de ecuaciones, sabiendo ignorar, han experimentado, estudiado y aprovechado sus guerras para no volver a entrar en ellas e intentan enseñar, yo también pienso en terapias y estos dos verbos juntos con significados opuestos, el saber y el ignorar, dan la clave de males imposibles, de bucles interminables que pululan en la estúpida y dañina zona de confort de cada cual.
De momento aprender.

18 agosto 2016

el Norte!

...y después, perderlo?



06 agosto 2016

CERDOS