20 junio 2006

...en San Vicente.

SAN VICENTE, SANTA CRISTINA Y SANTA CRISTETA. Parece ser que yacen los tres en el mismo sepulcro. Santos …me da por pensar que se lo hacían y decidieron terminar juntos. Soy así. Tengo que buscarle la parte morbosa y sexual de un asunto totalmente humano y nada sacro. La basílica de San Vicente, quizás la iglesia más bonita de esta ciudad a la que iba de niño obligado a escuchar un sermón inescuchable cada domingo. Intentaba poner atención por si era algo interesante entre tanta palabra de dios, biblias y su puta madre y como entonces, a los pocos segundos, mi mente volaba por los rincones del magnánimo edificio buscando dibujos por las piedras. Me acuerdo de uno de los curas de cada obligación semanal, no me caía mal para lo mal que ya empezaban a caerme los curas sin tener muy claro el por qué. ¿Falsedad quizás? Este como persona era amable y buena gente, vivía por mi barrio y era de esos primeros que se ponían chaqueta y pantalón con el inevitable alzacuellos, era un tipo agradable, joven (mayor entonces) que con toda seguridad se hacía sus, agradables, clandestinas …y divinas pajas. Lógicamente dejé de ir a misa cuando la obligación empecé a pasármela por el forro. Volví a ese santuario en varias ocasiones años después y siempre por despedidas de algún muerto familiar o de amistades. No quiero entrar en esos lugares excepto por la parte artística del asunto. Lo aborrezco. Hoy he entrado de nuevo después de años por ese mismo motivo y ha sido agradable el reencuentro con mi niñez y demasiado pesado el sermonazo, tanto como entonces. Media hora larga que, de no ser por los dibujos de las mismas piedras y el respeto a la familia, hubiera paseado, observado y husmeado rincones sagrados, pero aguanté …como todos los demás que pensaban como yo. Sé que no era el único al que todo esto le parece un teatro del malo. La gente se santigua sabiamente y recita unas palabras aprendidas que da igual lo que significan. Tienen una fe ciega, y a mi parecer estúpida, en algo que les salvará el alma como yo la tengo en mi mismo para salvar el pellejo. Borreguismo. Hace calor y el fresquito de ahí dentro era agradable. Todo el sepelio ha sido de lo más gracioso sin marihuana de por medio. Lo digo porque en uno de los momentos, cuando ese otro cura emisario de “dios”, dijo, –¡daos fraternalmente la paz!-, mi cuñada que estaba al lado lanzó su mano hacia mí y yo muy cortés pero con la izquierda (no sé por qué) se la di, no sé si amistosamente, familiarmente, santamente, o qué, pero se la di, y a todo esto otro familiar hizo lo mismo estando en el banco de atrás, pero dijo las palabras que acompañan a tal acto: -la paz sea contigo-, más entendí: -¿qué pasa contigo?- y a punto estuve de contestarle. En el mismo instante me di cuenta de mi confusión y no lo hice, estuve por soltarle unas palabras de colega. Me corté y simplemente volví a dar mi mano izquierda (no sé por qué), seguramente mi derecha estaba sujetando las costillas para soportar tal evento, soy diestro. Mi respeto hacia el muerto que no era más que eso, un muerto que ya no decide nada. Que llevaba sin decidir nada tres largos y angustiosos años en vida. Que a lo mejor dios existe, pero no en San Vicente precisamente. Que desde luego y ahí pongo mi mano en el fuego, el cura era un gil del bul con Biblia en mano tirándose el rollo. Que ha alargado el final lo suyo con un monólogo santo que no hacía ni puta gracia. Que ha sido un error no poner un botafumeiro de marihuana para amenizar la sesión y hubiera sido infinitamente más fraternal. Que deseo para mi futuro de muerto algo así y no en una iglesia precisamente a no ser que mis pobres herederos decidan rizar el rizo para reírse amplia y abiertamente como a mí me gustaría en vida.

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