Reciclaje

Y me despertó un desagradable sabor de boca, esa misma sensación que tenía de niño cuando intuía bocas malolientes de viejos, un sabor parecido al de ese recuerdo pero que ahora, el que se desveló era el viejo y el que sentía era el niño. Ambas la misma persona juntas en el tiempo, ese tan relativo, y mucho más cruel al reconocerlo en el propio mal sabor de boca, porque una cosa es una pesadilla y otra es despertarse de una pesadilla que lo sigue siendo.
Así que como si se tratara de uno de esos retortijones que te despiertan a las cinco de la mañana, salté de la cama al baño a lavarme la boca, a refrescarla con abundante dentífrico mentolado y agua congelada que me hicieron despejar por completo y no volver a pegar ojo hasta el momento justo del soniquete rebuscado del móvil despertador.
Esta vez fue esa pastosidad bucal la que me transportó de un lado al otro de mi yo en el cual ya había pensado sin haberlo vivido, pero de crío soñaba también otras cosas que me traían pesadillas y es ahora cuando estas van apareciendo como jodidas realidades.
La vida se ha ido mostrando a través de sueños y supongo que todo seguirá siendo un “déjà vú”, vamos, que todo lo que me pasa me suena.
También soñaba que respiraba siempre. Puro reciclaje.