21 noviembre 2011

Mundo ácaro

Las mañanas, generosas con las vistas, un especial saludo al rato de despertar. Podían ser totalmente negras, pero siempre hay algo esperanzador en un amanecer, un color, un filo sonrosado en el infinito que termina por engullirte sin darte cuenta y se supone que conduce tu ritmo.
A mi en particular me afecta mucho todo este rollo, me siento demasiado pequeño e insignificante y al mismo tiempo noto una sensación tan enorme que no cabe casi aquí, demasiado grande, para ser tan pequeño.
Desde el coche me siento como un ácaro debajo de la cama, ese cielo negro tapado por las nubes, el colchón, y alguien acaba de dar la luz que veo por uno de los lados que el edredón deja abierto.
Seguramente es más chulo esto, el ejemplo no deja de ser una fea comparación, y los ácaros también son más feos que yo.
Que siga amaneciendo.

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