Las
mañanas, generosas con las vistas, un especial saludo al rato de despertar. Podían
ser totalmente negras, pero siempre hay algo esperanzador en un amanecer, un
color, un filo sonrosado en el infinito que termina por engullirte sin darte
cuenta y se supone que conduce tu ritmo.
A
mi en particular me afecta mucho todo este rollo, me siento demasiado pequeño e
insignificante y al mismo tiempo noto una sensación tan enorme que no cabe casi
aquí, demasiado grande, para ser tan pequeño.
Desde
el coche me siento como un ácaro debajo de la cama, ese cielo negro tapado por
las nubes, el colchón, y alguien acaba de dar la luz que veo por uno de los
lados que el edredón deja abierto.
Seguramente
es más chulo esto, el ejemplo no deja de ser una fea comparación, y los
ácaros también son más feos que yo.
Que
siga amaneciendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario