En este, en el de rutas de sangre que riegan mi corazón lento,
donde el horizonte se encuentra consigo mismo y todo parece estar empezando y acabando a la vez,
en el de ríos de agua salada que hacen cauce y erosionan mi piel desde estas cascadas inagotables, aunque cierre los párpados,
en el de la vegetación gris, blanca, rizada,
en el de montículos sebáceos esparcidos por cualquier parte, praderas arrugadas,
en este, donde la mente se impregna de nubarrones y de repente abre camino un escupitajo de sol,
lo absorbo con lujuria,
en el que para sentarse a escribir depende del más profundo dolor,
en el del espacio que hay desde mí a ninguna parte,
en este del alma sucia y pura, atrapado por el infinito.
Un mantra de propio entendimiento para asimilar lo más confuso,
en este profundo cuerpo.
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