No hace falta música, me digo antes de encender el equipo,
debo ahorrar energía y el silencio es algo a lo que estoy acostumbrado cuando
quiero pensar detenidamente todo lo que pienso por pensar, sin interrupciones
anímicas a causa de sensaciones acústicas que siempre me desvían, creo que
quiero ponerme a trabajar y cualquier cosa que no sea una luz tenue y un
silencio absoluto, sería un impedimento para intentarlo.
Ya es tarde, o no, dependiendo de cuál sea la hora adecuada
para escribir y quizá sea esta, después de todo siempre estoy cansado, es algo
que voy a tener que soportar para el resto, así que habrá que acostumbrarse a
ese peso que antes no me preocupaba. Creí que con tumbarme un rato sería suficiente,
pero uno, ya, siempre está cansado y si pienso en descansar no puedo escribir de
lo que me apetece saltar.
Tampoco podría hacerlo si fuera dueño de mis deseos, mis
deseos tienen otra prioridad, así pues no me queda más que adaptarme a lo que
tengo, conformarme y poner la energía en un sucedáneo de tal gusto, descargar
el amor y los besos exclusivamente en mí, compartir únicamente conmigo lo que
podría llegar a dar, dar a entender con
libertad el orden de algunos deseos o el desorden que conlleva toda esta
realidad.
Esto que ahora cambiaría por lo que pienso que es lo que
quiero, es lo que deseo cuando lo que quiero se pone a la cola para volver a hacerse
desear. Tengo todas las estrellas ahí afuera, el último cigarro me lo voy a fumar
con ellas, sea la hora que sea. Hace un tiempo cojonudo y mañana es la noche
más corta, dejaría que se parara el tiempo con esta brisa caliente y dejara para
siempre todos los deseos más o menos pendientes.
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