Cuando era más joven, como treinta años menos, quería tener
hijos y tenerlos cuanto antes para aprovecharme en mi total madurez, la de
ahora, de su gran sabiduría, intuía que ellos serían quién yo no pude ser y así
sentirme feliz sin mover un dedo luchando por mí mismo.
Al día de hoy, recibo lo que planeé entonces de una manera
intuitiva y egoísta, pero sigo siendo un infeliz, quejándome y sin pasar a la
acción, siento ser cada vez más pequeño e inútil, me muestran lo que no
soy capaz de ver y vuelcan sobre mí raudales de amor que no disfruto.
Ahora es todo más triste, cuando están les doy mi estúpida angustia
y cuando se van me siento desprotegido. Ahora la casa tan vacía, con un
silencio sepulcral, con mis males repletos y mi ansiedad a punto de cometer
cualquier idiotez. Ahora todo lo que lleva tiempo doliéndome duele mucho más,
pero como he dicho hace unas horas debería saber ignorar y lo único que me
queda claro es la manera de perder el tiempo, de ir perdiendo la vida después
de amaneceres tan limpios y lunas tan redondas.
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