Entre las baldosas de esa terraza solitaria, en los tiestos desperdigados, en los zócalos de las ásperas paredes, en esa selva de terrazo crecen hierbas silvestres, o como se suele decir, malas hierbas. Crecen sin preocupación previa y tienen su particular belleza, pero el escenario que crean es realmente desolador. Son tan tristes que ni siquiera me planteo cortarlas cuando paso por ahí.
Confirman un estado de ánimo quebradizo mientras crecen con el agua salada que las salpica cuando aparezco.
Este blog es un matorral del estilo, donde de vez en cuando escribo con aspereza de igual forma que veo esas tristes plantas. Sentimientos tan salvajes como ellas, con un ritmo seco y lento pero imparable, un crecimiento un tanto doloroso.
Supongo una consecuencia lógica. Ya habrá otro flujo en el lugar, y por las paredes reptará una brillante y verdosa hiedra, pero eso será cuando haya agua dulce con rico abono, música, buen tacto y una polinización gratamente descontrolada, lo que no sé es quién será el jardinero, ...tampoco sabré nada de las flores.
Este dibujo nada tiene que ver con lo de antes, o si, no lo sé, pero así se veía el cosmos hace unos días. Feliz verano everybody!
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