04 febrero 2012

Beat

He tenido otra experiencia, se me ha vuelto a caer la guitarra por dejarla mal aparcada. Ha caído hacía abajo, como si la hubiera sorprendido, y a traición, mi “Susy Laos”.
Después de verla ahí, tirada, desprotegida, entera al menos, la he levantado y la he pedido perdón, perdón y perdón, como cuando se mete la pata.

Al estar a la altura la he abrazado, mucho, como se abraza a los amigos incluso, de amores no hablo, bueno sí, de este amor de mi pubertad de veinte años exactamente estoy hablando, pero no recuerdo haberla abrazado en treinta y cuatro años. A lo mejor, pero no con tanta ansia.
He sentido algo extraño, muy cariñoso, por su parte también, aunque con aristas por todas sus redondeces y sin brazos, ha sido suave, los míos la han abarcado tanto, que aunque los hubiera tenido no hubiera podido usarlos con tal estrechamiento.

No lo voy a hacer muy a menudo, porque no quiero abusar, no sea que con se pedazo de agujero que tiene y separando la cortina de sus cuerdas, lleguemos a tener un problema serio, más que nada por si las cortinas se cierran.
Dice que siga tocándola un ratito más, que la afine un poco y la pase la esponja… y vuelva siempre cuando quiera, que la da igual que yo ya no tenga veinte años, y que está contentísima de que todas las canciones las haya compuesto con sus formas, aunque no haya echado mano de todo lo que pueda haber aprendido, que no la importa que toque a las otras mientras ella esté presente, y que me ponga a ensayar antes de que se me pase el pedo, que luego se me quitan las ganas…

Qué maja, después de tal golpe.
.

No hay comentarios: