Hoy me dio
por cercenar mi reino, el de mi barco, ayer el de mi cráneo, estaba yendo a la
deriva según el viento y con mucho frío aquí adentro los mástiles han caído sin
ponerme resistencia.
Con ellos haré leña para calentarme en este océano
maldito, con mi cabello haré un conjuro entre las llamas pues el año ha
empezado con un dolor gratuito, un virus que me enferma y contra el que me
dispongo a luchar sin tregua, aunque también sin fuerzas.
Después de
cuatro días la fiebre no cesa pero ahora me meteré en mi bodega, con las
puertas cerradas acabaré con el ron y dejaré que el sudor amargo de mis poros acabe con tanto
mal al que me expuse confiando en los avatares del tiempo.
No olvidaré este vendaval.
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