20 mayo 2007

EN EL RUEDO Y DOS

Los peces parecen haber tenido más suerte.
Hoy en otro bar, también me quedé un rato mirando la tele. No eran toreros, eran esos tipos a caballo, rejoneadores con estampa, en este caso uno solo, un tal Diego Nosequé. Y luego un caballo blanco del que no sé su nombre, el de Santiago no creo. Al nombre me refiero.
Bueno, la crónica de hoy. La plaza redonda, el suelo de tierra, las bayas de madera, de madera, la gente de carne y hueso, la luz de sol, y los toros …de muerte.
Al principio sale un anuncio de las Fiestas de San Isidro referente al juego mortal, que es digno de genios. Filigranas y dibujines de estos así rococós de los trajes de los diestros aunque sean zurdos, en colores rojos, naranjas, amarillos entrelazándose, bueno no sé, ya lo habréis visto supongo, una presentación digna para la matanza, lástima que el toro no entienda lo importante que es y no asimile las cosas tan bonitas que hace la gente por su sacrificio.
Sale un caballito lindo montado por un tipo sin traje de luces, o sea, más discreto, y le pega unos pases al toro que flipas, la verdad es que todo genial, ahí si parece haber arte, y destreza desde luego, van de buen rollito a la par, un juego para todos, …si, para el toro en un principio también.
Entran en el ruedo casi con igualdad de condiciones, y yo como nunca me he parado a ver nada de este tipo de eventos, muertes que no hayan sido rápidas, y no por la muerte sino por la noticia, pues me creo que en esta ocasión, al ser en caballo y tal, pienso en una absolución, que quizás sea sólo para chulearse delante del personal mofándose del toro, humillarlo un poco y dejarle que luego se sienta fatal mientras se lo comenta a alguna vaca al día siguiente debajo de algún árbol en el campo rumiando perdios. (él no, que estaría ofendido el pobre). Pués no, no sólo le humillan sino que cuanta más fuerza va perdiendo mientras le marean y le clavan alguna que otra flecha con todo el cariño, el chulín del Sr. Nosequé cambia de jamelgo rompedor, muy blanco también, y llenos de una vitalidad insólita ambos (estará dopado, …él) le humillan un poquito más, (al toro), eso si, con mucha elegancia y buen garbo, y después del chuleo, de darle más con las flechas adecuadas, me lo dejan en cierta y considerable desventaja, porque si no, no habría fiesta.
El caballito se nos cansa y por tercera vez mi Digodiego se baja y nos muestra cuan ovediente es este. Perfectamente adiestrado corre libre hacía la puerta grande a descansar con un buen tapeo y cuidados intensivos, que valdrá mucha pasta.
El chavalote se calza un tercer caballo, clon del anterior, aunque marrón, y le deja al toro en trance, boquidesencajao y babeando …sangre. Estos con sus tipazos y saltitos acompasados hacen que al toro le entren ganas de aplaudir, más no puede, ya no siente las patas. Yo que el toro me plantaba, las cruzaba como pudiera y me quedaba viendoles lucirse a ambos, porque es digno de verlo, en serio. Aunque sin victima no es lo mismo al parecer.
A mi torito me lo engañan y donde antes era igualdad de condiciones, ahora es salvaje cachondeo. Se ha acrecentado la adrenalina del rejoneador y la del público …en general, quiero decir que hay personas a las que seguramente les ponen mucho los toreros. Bueno, da igual, el tío está encima del rudo y estilizado corcel, preparado con un pedazo de flecha del amor que te pasas, y a cámara lenta en tiempo real, le veo clavársela hasta dentro y traidoramente desde arriba como si ya tuviera hecho el agujero de antemano.
Solté un “ostias!” sin pensar. Un “ostias” de, qué bien se la ha metido el cabrón. Un “ostias!” de, qué dolor. Un “ostias”! de, matadlo desde el principio por favor. Un “ostias!” de, …seguirá ahí afuera mi moto?. Repito y repito en este caso lo de “un ostias” porque a los políticos parece irles bien y el personal se queda como loco.
Pavoneándose, Nosequién sale por la puerta grande y ahí ya dejé de mirar, pero volvió a aparecer el anuncio del evento y no tuve más remedio que pegar mi vista de nuevo al aparato de plasma, o sea de plasmarme. Tal presentación, que con seguridad la ha hecho alguien que no comulga con el mundo del toreo, incita a mirarla aunque no te gusten los toros.
Le siguieron los típicos anuncios. Desplasmé, pagué mi botellín y me vine a soltar mis emociones en otra pantalla de plasma.
Estoy plasmao, de veras.

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