08 mayo 2007

piedras en el cerebro

Parecen muertas las piedras, el agua no. Me tumbo en ellas de la misma forma que me mojo, recibo el mismo placer mientras soportan mi peso de lagarto (por reptil, no por sangre fría) y la corriente me salpica. Están vivas, me arañan si me relajo. Un par de horas de naturaleza, rocas, ríos, plantas, algo de quieto viento y algún que otro insecto. Todos muy vivos, y yo como bicho incluido. Nada está muerto, ni esas placas pétreas que sirven de cuna a tanto agua en movimiento, ni los recuerdos aunque parezcan muertos por serlo. Estos viven en mi cerebro, son el agua que debería correr y no las piedras que pueden arañarme el cuerpo. Es fácil entristecer cuando se tiene tanto alrededor sin compartirlo. A la alegría le falta una vuelta de tuerca para convertirse en tristeza, tanto como pasar del amor al odio. Nada está muerto aunque aparentemente esté quieto.

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