09 agosto 2007

CHAMPÁN

Justo al llegar levanté la claraboya y vi una estrella fugaz, brindé por mí sin onomatopeya después de haber abierto la botella sin llegarlo ni a pensar.
Meses olvidado el cava en un rincón y aguantando la presión anoche le di fin, aun a solas para el brindis dejé abierta la ilusión y otro día quizás oiga ese chín-chín.
Desde luego prefería haber tomado la botella acompañado, y a través del liquido dorado, el cielo negro y una mirada con los labios bien mojados.

La botella olvidada en ese frío claustro, pero todo se acaba y cuando uno es consciente de ello lo cuida lo suficiente como para no dejar de tenerlo, o para no tener que conseguirlo de nuevo, aunque fuera tan fácil en horario de supermercado, y me refiero sólo a los objetos claro, porque lo que es el resto uno no sabe como se las apaña para perderlo ni como depende de la magia para encontrarlo.
No creo que fuera mejor seguir viendo la botella como siempre que vaciarla como nunca, y en un repente nada más abrir el frigorífico, donde ya era objeto decorativo, me tomé la libertad de desvirgarla impulsivamente y sin pedirme permiso, ...dejar en tal caso que la supuesta compañía se lo curre, ...que la supuesta compañía sea la que traiga el champán, ...que la supuesta compañía sea la que me embelese, ...que la supuesta compañía me trabaje lo suficiente como para querer tomarme una segunda copa, ...que la supuesta compañía me seduzca con deseo y me quiera llevar a la loca intimidad de las sábanas.
Por qué no soñar alguna vez con estar al otro lado.
Seguramente toda esa impotencia pasó por mi cabeza en milésimas de segundo cuando abrí esta botella así, sin pensarlo.

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