Sutil el cuento

Me quedan restos del pasado, muchos, pero básicamente soy feliz, mi problema es tanto ego y esta sensación continua de envejecer a cada milésima de segundo. Como dice mi amigo Vladimir, “los niños no dejan de crecer y los viejos también”, los maduritos somos conscientes de que esto se acaba y de adolescente no piensas en algo tan “atroz”.

Adoro la vida, creo que jamás me suicidaría, lo diría, lo dije, y en tal caso espero poder seguir diciéndolo, pero jamás lo haría …conscientemente, ni por ningún amor, cosa que parece provocar tales deseos con toda esa pasión que suscita, prefiero sufrirlo.

Esta gran oportunidad de respirar, que cada vez se hace más patente como única, me hace sentir seguro de vez en cuando, y al mismo tiempo no me importaría dejar de hacerlo, la necesidad es sólo física, mi mente no respira, es pura energía. En algún lado acabará.

Después de todo conseguí mis sueños de niño, ser un “Beatle”, (para mis amigos, naturalmente, bueno, quizá tenga más pinta de “Rolling Stone” pero tampoco me importa), sobrevivir, dejarme crecer el pelo, valerme por mi mismo, hacer lo que me da la gana, dejar alguna consecuencia de mi en mis hijos, rasguear una guitarra, componer canciones, cantarlas, conocer a chicas fantásticas, tener un curro, lo odio (hay que sentir de todo, todavía soy humano), pero cada momento es único, nada es gratis, todo cuesta un pequeño e inconsciente esfuerzo, todo es un ying y un yang, perfectamente compensado.

Con lo cual y sin saber por qué (ya que no noto hacer nada para que sucedan las cosas), me despedí sin un beso, si se lo hubiera dado (en las mejillas, como es la costumbre), no hubiera sido tampoco un beso normal, así que me fui sin decir nada más que, -adiós, nos vemos!-

Me ruborizo en mi soledad cósmica. Creo que según las leyes del universo este, ahora me ha tocado vivir una de mis partes positivas. Volveré a tomarme una cerveza, irme con una sonrisa en la boca y ganas de escribirlo. -