El murmullo del río, constante, como un susurro, un mantra, sólo
las chicharras interfieren y lo hacen con el suyo (con su mantra), si no callan, una soledad en
compañía repleta de multitud de seres diferentes, de mil formas, colores y
tamaños, todos extraños, con caparazones, finas patas y sobre todo con alas.
Estoy en casa, sin paredes ni puertas, con los pies cerca
del agua fresca, sentado en una piedra caliente, desnudo como el alma, se
me llena la boca con lo del alma y se me salta una lágrima, ¿será la felicidad
plena o más bien nostalgia?, mientras formo parte de todo y echo al suelo la última ojeada, sin abrir ninguna puerta salgo de casa y camino a esconderme en otra
casa, esta vez con paredes y puertas, rodeado de naturaleza muerta y una
cama.
Despierto y salto de la cama, entre hábitos mecánicos construyo
lentamente el momento para dejar las paredes y salir volando por la ventana,
sin oír ningún mantra, sólo el silencio y a lo lejos campanadas, el aviso de
otra hora que se pasa, regreso a casa, la que no tiene ni paredes, ni
puertas, ni ventanas.
El murmullo del río, constante, como un susurro, un mantra, sólo las chicharras interfieren y lo hacen con el suyo (con su mantra), si no callan, una soledad en compañía repleta de multitud de seres diferentes, de mil formas, colores y tamaños, todos extraños, con caparazones, finas patas y sobre todo con alas.
2 comentarios:
m,encanta gerar!!!
Gracias, seas quién seas, pareces cercano/a.
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