12 octubre 2016

Adicto a la mente

Casi siempre que conduzco, aunque vaya por las carreteras de aquí al lado, aunque no sea más que un paseo de un rato, procuro imaginarme que estoy en otro lugar, no sé si para no terminar hastiado del entorno o para creerme que tengo espíritu viajero y me embarco en una aventura que me llevará una temporada a otro lugar, que ya estoy en las carreteras de otro lugar, que ya me fui de casa y me voy a ver qué pasa por ejemplo en Portugal.

La otra tarde fue el país vecino, pero en ocasiones ando por Asturias o Galicia, en Andalucía o el levante, incluso en algún país desconocido, da igual norte o sur, no depende de mí, depende de la luz, si es de noche es algo más sencillo, ahí sí puede ser cualquier lugar y cuando aparecen los carteles que llevan a otros pueblos de la zona, se mira hacia otro lado o se emborrona la vista.
No es sencillo, tengo muy asimilados los kilómetros, las rectas y las curvas, el perfil de las montañas o lo frondoso de estas, los puentes, todo, pero le envío mensajes a mi mente para que ella, que es tonta, se lo crea.

O seguramente sea por no estar pensando siempre en lo mismo, invirtiendo el tiempo en otra cosa que llame la atención es más difícil castigarse, aunque al llegar de nuevo a casa ya sea imposible imaginar otro lugar, con todo lo tonta que es la mente no la sabemos manejar para que actúe al revés, que impulse a hacer todo lo contrario para no equivocarse una y otra...vez.

No hay comentarios: