04 marzo 2007

Pau

Provisto de alma tanto como de fuego, sin tiempo suficiente para vivirlo, sin pensarlo, sin saberlo, me llevé a esa parte de mí sin cita previa a un restaurante intentando tratarla como no puedo.
Atolondrado, loco, sin creerlo, dispuesto a sacar todo lo que llevo dentro en un par de horas, poquito tiempo.
Con sus ojos brillantes, aún inexpertos, regalándome su presencia con mi mente tan llena de huecos.
Así fue la inesperada cita con ese eterno amor de mi vida, todo un reencuentro.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

gracias padre ;)
habrá que apostar por la improvisación entonces.
te quiero.
weno ya está por aqui la gata rondando.
muak

Anónimo dijo...

Reencontrarse con los hijos es el gran amor eterno de la vida.
Bien por tí,bien por ella.Cada paso andado es siempre una sabiduria nueva

Anónimo dijo...

m¡Qué bonito!!! ... Un beso muy grande.

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.