11 mayo 2012

Un solo día en la vida

No siento una especial atracción por las rubias, pero esta tenía un algo especial, además de ser bastante mona. El día estaba siendo diferente sin duda, sobre todo cuando empezó a bajarme los calcetines.

Llevaba unos ejecutivos un tanto largos y ella metió su mano por la pata de mi estrecho pantalón atrapando el extremo de arriba y bajándolo con cuidado mientras sentía su caricia a lo largo del gemelo derecho.

Ya estaba tumbado con el torso al desnudo, y algo nervioso lógicamente, pero su voz cálida y risueña me tranquilizaba a la vez que me ponía ...cachondo. Cuando fue a bajarme el del pie izquierdo le dije que no se preocupara, que lo hacía yo, pero insistió en continuar, y mientras tanto me seguía hablando con increíble apego y simpatía, parecía saber bien lo que estaba haciendo.

Tal esmero me ayudó a dejar de ser tan seco y me atreví a preguntarle de donde era, pues su acento dejaba claro que no era española; -búlgara- me dijo, -creí que no me lo ibas a preguntar- continuó.

En alguna ocasión pensé que también me besaría cuando parecía acercarse demasiado, pero no, sencillamente estaba haciendo su trabajo con mucho cariño y sabía romper el hielo con los pacientes, y al quitarme las ventosas del electro, continuó hablándome de su familia, marido e hijos y su lucha en este país, mientras yo me ponía de nuevo la camiseta y me subía los calcetines solito.

Es la primera vez que una enfermera me trata de tal forma.
Así da gusto hacerse chequeos.

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