No siento una especial atracción por las rubias, pero esta tenía un algo especial, además de ser bastante mona. El día estaba siendo diferente sin duda, sobre todo cuando empezó a bajarme los calcetines.
Llevaba unos ejecutivos un tanto largos y ella metió su mano por la pata de mi estrecho pantalón atrapando el extremo de arriba y bajándolo con cuidado mientras sentía su caricia a lo largo del gemelo derecho.
Ya estaba tumbado con el torso al desnudo, y algo nervioso lógicamente, pero su voz cálida y risueña me tranquilizaba a la vez que me ponía ...cachondo. Cuando fue a bajarme el del pie izquierdo le dije que no se preocupara, que lo hacía yo, pero insistió en continuar, y mientras tanto me seguía hablando con increíble apego y simpatía, parecía saber bien lo que estaba haciendo.
Tal esmero me ayudó a dejar de ser tan seco y me atreví a preguntarle de donde era, pues su acento dejaba claro que no era española; -búlgara- me dijo, -creí que no me lo ibas a preguntar- continuó.
En alguna ocasión pensé que también me besaría cuando parecía acercarse demasiado, pero no, sencillamente estaba haciendo su trabajo con mucho cariño y sabía romper el hielo con los pacientes, y al quitarme las ventosas del electro, continuó hablándome de su familia, marido e hijos y su lucha en este país, mientras yo me ponía de nuevo la camiseta y me subía los calcetines solito.
Es la primera vez que una enfermera me trata de tal forma.
Así da gusto hacerse chequeos.
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