Desde pequeñito, hasta los doce o trece años, confieso ahora
porque lo pienso y no han sido decenas sino cientos, los animales que
maté conscientemente siendo aún un inconsciente, entre tantos y por supuesto en
esas cantidades mayormente cuentan moscas y otros insectos.
Entonces no existían juegos virtuales ni la PlayStation, recuerdo
tenía una escopeta de aire comprimido,
además de un tirachinas con los que quité la vida a unos cuantos pájaros, además de ranas, lagartijas, y una vez casi mato a mi
hermano, yo era muy pequeño, cuatro años, pasaba por ahí y metí el dedo donde no debí, no hubo muerto, era un perdigón, no
una bala, aunque pude haberle dejado tuerto.
A partir de los catorce o quince años y hasta ahora, dejé el
crimen y no recuerdo haber matado a nadie hasta que no me saqué el carnet de
conducir, después inconscientemente siendo ya consciente y conduciendo, que
recuerde, una vez a un gato, a un par de perros o tres, a un pequeño y desdichado zorro, y más de un pájaro que se cruzó volando, ambos.
Y habiendo sido asiduo al crimen, me confieso culpable de haberle
quitado la vida a seres vivos que se mueven por su cuenta, y si me pongo a su
altura, de tamaño me refiero, son del mismo planeta, diferentes, pero del
mismo planeta, para ellos más grande aún. Nosotros siempre en guerra.
Seguramente vuelva a matar algún bichín, a los que se metan
en casa como plagas y no pueda controlar, al resto les invito a salir, incluso
a las moscas, que a mí parecer, son las que más se "merecen morir",
pero no soy quién para juzgar su existencia. Siempre que vi algún bicho en
apuros, intenté salvar su vida, aun pudiendo dejar a la naturaleza con su curso, pero me sentí feliz siendo oportuno y eso que a otros les hice
rabiar también lo suyo.
Llega un momento que uno es consciente de lo que hace y es
capaz de juzgarse a sí mismo cuando algo no parece correcto. En una ocasión vi
un crimen cruel, el de una libélula. Se había metido en la oficina, fue a parar
ahí totalmente descontrolada, me levante e intenté sacarla espantándola hacia
la puerta, con tan mala suerte, que con un periódico, la compañera, la dio tal mamporro que hubiera jodido a cualquiera. Una asesina consciente, su
comentario hacia mí fue, "hazle el boca a boca a ver si se recupera, ja, ja,
já".
Y me senté como si nada hubiera pasado, y me sentí dolido,
no sólo por el comentario, algún karma le explicará todo eso, yo no pude, no
creí que fuera yo quién debe hacerlo.
Así que mañana saldré de nuevo y me acercaré hasta el río, y
compartiré el lugar que me dejen ocupar, pues no me siento con más derecho que
cualquier otro bicho para poder estar...putas moscas!.
(un relato olvidado del verano, entre otros)